8
Oh Dios, todo el día te damos gloria
y alabamos tu nombre constantemente.
Interludio
9
Pero ahora nos hiciste a un lado en deshonra;
ya no estás al frente de nuestros ejércitos en batalla.
10
Nos haces huir en retirada de nuestros enemigos
y dejas que los que nos odian saqueen nuestra tierra.
11
Nos descuartizaste como a ovejas,
y nos esparciste entre las naciones.
12
Vendiste a tu precioso pueblo por una miseria
y no ganaste nada con la venta.
13
Permites que nuestros vecinos se burlen de nosotros;
somos objeto de desprecio y desdén de quienes nos rodean.
14
Nos has hecho el blanco de sus bromas;
menean la cabeza ante nosotros en señal de desprecio.
15
No podemos escapar de la constante humillación;
tenemos la vergüenza dibujada en el rostro.
16
Lo único que oímos son los insultos de los burlones;
lo único que vemos es a nuestros enemigos vengativos.
17
Todo esto ocurrió aunque nunca te hemos olvidado
ni desobedecimos tu pacto.
18
Nuestro corazón no te abandonó
ni nos hemos extraviado de tu camino.
19
Sin embargo, nos aplastaste en el desierto, donde vive el chacal;
nos cubriste de oscuridad y muerte.
20
Si nos hubiéramos olvidado del nombre de nuestro Dios
o hubiéramos extendido las manos en oración a dioses ajenos,
21
con toda seguridad Dios lo habría sabido,
porque conoce los secretos de cada corazón.
22
Pero por tu causa, nos matan cada día;
nos tratan como a ovejas en el matadero.
23
¡Despierta, oh Señor! ¿Por qué duermes?
¡Levántate! No nos rechaces para siempre.
24
¿Por qué miras para otro lado?
¿Por qué pasas por alto nuestro sufrimiento y opresión?
25
Nos desplomamos en el polvo,
quedamos boca abajo en la mugre.
26
¡Levántate! ¡Ayúdanos!
Rescátanos a causa de tu amor inagotable.