4
Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí;
mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano.
Interludio
5
Finalmente te confesé todos mis pecados
y ya no intenté ocultar mi culpa.
Me dije: «Le confesaré mis rebeliones al Señor
»,
¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció.
Interludio
6
Por lo tanto, que todos los justos oren a ti, mientras aún haya tiempo,
para que no se ahoguen en las desbordantes aguas del juicio.
7
Pues tú eres mi escondite;
me proteges de las dificultades
y me rodeas con canciones de victoria.
Interludio
8
El Señor
dice: «Te guiaré por el mejor sendero para tu vida;
te aconsejaré y velaré por ti.
9
No seas como el mulo o el caballo, que no tienen entendimiento,
que necesitan un freno y una brida para mantenerse controlados».
10
Muchos son los dolores de los malvados,
pero el amor inagotable rodea a los que confían en el Señor
.
11
¡Así que alégrense mucho en el Señor
y estén contentos, ustedes los que le obedecen!
¡Griten de alegría, ustedes de corazón puro!