2
Los reyes de la tierra se preparan para la batalla,
los gobernantes conspiran juntos
en contra del Señor
y en contra de su ungido.
3
«¡Rompamos las cadenas! —gritan—,
¡y liberémonos de ser esclavos de Dios!».
4
Pero el que gobierna en el cielo se ríe;
el Señor se burla de ellos.
5
Después los reprende con enojo;
los aterroriza con su intensa furia.
6
Pues el Señor declara:
«He puesto a mi rey elegido en el trono
de Jerusalén,
en mi monte santo».
7
El rey proclama el decreto del Señor
:
«El Señor
me dijo: “Tú eres mi hijo.
Hoy he llegado a ser tu Padre.
8
Sólo pídelo, y te daré como herencia las naciones,
toda la tierra como posesión tuya.
9
Las quebrarás
con vara de hierro
y las harás pedazos como si fueran ollas de barro”».
10
Ahora bien, ustedes reyes, ¡actúen con sabiduría!
¡Quedan advertidos, ustedes gobernantes de la tierra!
11
Sirvan al Señor
con temor reverente
y alégrense con temblor.
12
Sométanse al hijo de Dios,
no sea que se enoje
y sean destruidos en plena actividad,
porque su ira se enciende en un instante.
¡Pero qué alegría para todos los que se refugian en él!