8
Si subo al cielo, allí estás tú;
si desciendo a la tumba,
allí estás tú.
9
Si cabalgo sobre las alas de la mañana,
si habito junto a los océanos más lejanos,
10
aun allí me guiará tu mano
y me sostendrá tu fuerza.
11
Podría pedirle a la oscuridad que me ocultara,
y a la luz que me rodea, que se convierta en noche;
12
pero ni siquiera en la oscuridad puedo esconderme de ti.
Para ti, la noche es tan brillante como el día.
La oscuridad y la luz son lo mismo para ti.
13
Tú creaste las delicadas partes internas de mi cuerpo
y me entretejiste en el vientre de mi madre.
14
¡Gracias por hacerme tan maravillosamente complejo!
Tu fino trabajo es maravilloso, lo sé muy bien.
15
Tú me observabas mientras iba cobrando forma en secreto,
mientras se entretejían mis partes en la oscuridad de la matriz.
16
Me viste antes de que naciera.
Cada día de mi vida estaba registrado en tu libro.
Cada momento fue diseñado
antes de que un solo día pasara.
17
Qué preciosos son tus pensamientos acerca de mí,
oh Dios.
¡No se pueden enumerar!
18
Ni siquiera puedo contarlos;
¡suman más que los granos de la arena!
Y cuando despierto,
¡todavía estás conmigo!
19
¡Oh Dios, si tan solo destruyeras a los perversos!
¡Lárguense de mi vida, ustedes asesinos!
20
Blasfeman contra ti;
tus enemigos hacen mal uso de tu nombre.
21
Oh Señor
, ¿no debería odiar a los que te odian?
¿No debería despreciar a los que se te oponen?
22
Sí, los odio con todas mis fuerzas,
porque tus enemigos son mis enemigos.
23
Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce los pensamientos que me inquietan.
24
Señálame cualquier cosa en mí que te ofenda
y guíame por el camino de la vida eterna.