4
«He sido el Señor
tu Dios
desde que te saqué de Egipto.
No debes reconocer a ningún otro Dios aparte de mí,
porque no hay otro salvador.
5
Yo te cuidé en el desierto,
en esa tierra árida y sedienta;
6
pero una vez que comiste y quedaste satisfecho,
te volviste orgulloso y te olvidaste de mí.
7
Entonces ahora yo te atacaré como un león,
como un leopardo que acecha en el camino.
8
Como una osa a quien le robaron sus cachorros,
arrancaré tu corazón.
Te devoraré como una leona hambrienta
y te destrozaré como un animal salvaje.
9
»Estás a punto de ser destruido, oh Israel;
sí, por mí, el único que te ayuda.
10
Ahora, ¿dónde está
tu rey?
¡Que él te salve!
¿Dónde están los líderes de la tierra,
el rey y los funcionarios que me exigiste?
11
En mi enojo te di reyes
y en mi furia te los quité.
12
»La culpa de Efraín ha sido reunida
y su pecado almacenado para el castigo.
13
El sufrimiento ha llegado al pueblo
como dolores de parto,
pero son como un bebé
que se resiste a nacer.
¡El momento de nacer ha llegado,
pero siguen en la matriz!
14
»¿Debo rescatarlos de la tumba?
¿Debo redimirlos de la muerte?
¡Oh muerte, haz salir tus horrores!
¡Tumba, desata tus plagas!
Ya no les tendré compasión.
15
Efraín era el más productivo de sus hermanos,
pero el viento del oriente —una ráfaga del Señor
—
se levantará en el desierto.
Todos sus manantiales se secarán
y todos sus pozos desaparecerán.
Todo lo valioso que poseen
será saqueado y se lo llevarán.
16
El pueblo de Samaria
debe sufrir las consecuencias de su culpa
porque se rebeló contra su Dios.
Un ejército invasor los matará,
a sus niños los estrellarán contra el suelo hasta matarlos
y a las embarazadas las abrirán con espadas».