5
envió mensajeros para llamar a Balaam, hijo de Beor, que vivía en Petor,
su tierra natal, cerca del río Éufrates.
Su mensaje decía:
«Mira, una inmensa multitud que cubre la faz de la tierra ha llegado de Egipto y me amenaza.
6
Ven, por favor, maldíceme a este pueblo, porque es demasiado poderoso para mí. De esa manera quizás yo pueda conquistarlos y expulsarlos de la tierra. Yo sé que sobre el pueblo que tú bendices, caen bendiciones y al pueblo que tú maldices, caen maldiciones».
7
Entonces los mensajeros de Balac y los ancianos de Moab y de Madián, partieron con el dinero para pagarle a Balaam a fin de que maldijera a Israel.
Llegaron donde estaba Balaam y le transmitieron el mensaje de Balac.
8
«Quédense aquí esta noche —dijo Balaam—, y en la mañana les diré lo que me indique el Señor
». Así que los funcionarios de Moab se quedaron con Balaam.
9
Esa noche Dios vino a Balaam y le preguntó:
—¿Quiénes son estos hombres que te visitan?
10
Balaam le dijo a Dios:
—Balac, hijo de Zipor, rey de Moab, me envió este mensaje:
11
“Mira, una inmensa multitud que cubre la faz de la tierra ha llegado de Egipto. Ven y maldíceme a este pueblo. De esa manera quizás podré hacerles frente y expulsarlos de esta tierra”.
12
Pero Dios le dijo a Balaam:
—No vayas con ellos ni maldigas a este pueblo, ¡porque es bendito!
13
A la mañana siguiente, Balaam se levantó y les dijo a los funcionarios de Balac: «¡Regresen a casa! El Señor
no me dejará ir con ustedes».
14
Entonces los oficiales moabitas regresaron al rey Balac y le informaron: «Balaam se negó a venir con nosotros».
15
Así que Balac intentó de nuevo. Esta vez envió a un mayor número de funcionarios, aún más distinguidos que los que envió la primera vez.