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Balaam y su burra
A la mañana siguiente Balaam se levantó, ensilló su burra y salió con los funcionarios moabitas;
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pero Dios se enojó porque Balaam iba con ellos. Así que envió al ángel del Señor
a pararse en medio del camino para impedirle el paso. Mientras Balaam y dos de sus sirvientes iban montando,
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la burra de Balaam vio al ángel del Señor
de pie en el camino, con una espada desenvainada en su mano. La burra se apartó del camino y se desbocó hacia un campo, pero Balaam la golpeó y la obligó a regresar al camino.
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Entonces el ángel del Señor
se detuvo en un lugar donde el camino se hacía estrecho entre las paredes de dos viñedos.
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Cuando la burra vio al ángel del Señor
, trató de pasar pero aplastó el pie de Balaam contra la pared. Así que Balaam la golpeó de nuevo.
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Entonces el ángel del Señor
se adelantó y se plantó en un lugar tan estrecho que la burra no podía pasar del todo.
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Esta vez cuando la burra vio al ángel, se echó al suelo con Balaam encima. Entonces Balaam, furioso, volvió a golpear al animal con su vara.
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Así que el Señor
le dio a la burra la capacidad de hablar.
—¿Qué te he hecho para merecer que me pegues tres veces? —le preguntó a Balaam.
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—¡Me has dejado en ridículo! —gritó Balaam—. ¡Si tuviera una espada, te mataría!
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—Pero yo soy la misma burra que has montado toda tu vida —le contestó la burra—. ¿Alguna vez te he hecho algo así?
—No —admitió Balaam.
31
Entonces el Señor
abrió los ojos de Balaam y vio al ángel del Señor
de pie en el camino con una espada desenvainada en su mano. Balaam se inclinó y cayó rostro en tierra ante él.