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Íbamos con los sacerdotes que tocaban las trompetas —Eliacim, Maaseías, Miniamím, Micaías, Elioenai, Zacarías y Hananías—
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y con los cantores —Maaseías, Semaías, Eleazar, Uzi, Johanán, Malquías, Elam y Ezer—; tocaban y cantaban a toda voz bajo la dirección de Izrahías, el director del coro.
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Se ofrecieron muchos sacrificios durante aquel día de gozo porque Dios había dado al pueblo razón de alegrarse. También las mujeres y los niños participaron en la celebración, y la alegría del pueblo de Jerusalén podía oírse a gran distancia.
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Provisiones para el culto en el templo
Ese día se designaron hombres para que se encargaran de los depósitos para las ofrendas, la primera parte de la cosecha y los diezmos. Eran responsables de recolectar de los campos fuera de las ciudades las porciones especificadas por la ley para los sacerdotes y los levitas. Pues todo el pueblo de Judá se complacía en los sacerdotes y los levitas y en el trabajo que prestaban.
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Ellos, junto con los cantores y los porteros, llevaban a cabo el servicio para su Dios y el servicio de purificación, como lo habían ordenado David y su hijo Salomón.
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La costumbre de tener directores para dirigir los coros al entonar himnos de alabanza y de acción de gracias a Dios comenzó mucho tiempo antes, en los días de David y Asaf.
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De modo que ahora, en los días de Zorobabel y de Nehemías, todo Israel llevaba una provisión diaria de comida para los cantores, los porteros y los levitas. Los levitas, a su vez, daban a los sacerdotes —los descendientes de Aarón— parte de lo que ellos recibían.