3
El pueblo de Israel será entregado a sus enemigos
hasta que dé a luz la mujer que está de parto.
Entonces, por fin, sus compatriotas
volverán del destierro a su propia tierra.
4
Y él se levantará para dirigir a su rebaño con la fuerza del Señor
y con la majestad del nombre del Señor
su Dios.
Entonces su pueblo vivirá allí tranquilo,
porque él es exaltado con honores en todas partes.
5
Y él será la fuente de paz.
Cuando los asirios invadan nuestra tierra
y penetren en nuestras defensas,
nombraremos a siete gobernantes para que nos vigilen,
a ocho príncipes para que nos dirijan.
6
Ellos gobernarán a Asiria con la espada desenvainada
y entrarán por las puertas de la tierra de Nimrod.
Él nos rescatará de los asirios
cuando desborden las fronteras para invadir nuestra tierra.
7
Purificación del remanente
Entonces el remanente que quedó en Israel
ocupará su lugar entre las naciones.
Será como rocío enviado por el Señor
o como lluvia que cae sobre la hierba,
la cual nadie puede controlar
ni hacer que se detenga.
8
El remanente que quedó en Israel
ocupará su lugar entre las naciones.
Será como un león entre los animales del bosque,
como un fuerte león joven entre los rebaños de ovejas y cabras
que se abalanza sobre ellas y las desgarra
sin nadie que las rescate.
9
La gente de Israel enfrentará a sus adversarios
y todos sus enemigos serán aniquilados.
10
«En aquel día —dice el Señor
—
mataré a tus caballos
y destruiré tus carros de guerra.
11
Derribaré tus muros
y demoleré tus defensas.
12
Pondré fin a toda la brujería
y no habrá más adivinos.
13
Destruiré todos tus ídolos y columnas sagradas,
para que nunca más adores la obra de tus propias manos.