22
Una mujer de los gentiles,
que vivía allí, se le acercó y le rogó: «¡Ten misericordia de mí, oh Señor, Hijo de David! Pues mi hija está poseída por un demonio que la atormenta terriblemente».
23
Pero Jesús no le contestó ni una palabra. Entonces sus discípulos le pidieron que la despidiera. «Dile que se vaya —dijeron—. Nos está molestando con sus súplicas».
24
Entonces Jesús le dijo a la mujer:
25
Ella se acercó y lo adoró, y le rogó una vez más:
—¡Señor, ayúdame!
26
Jesús le respondió:
27
—Es verdad, Señor —respondió la mujer—, pero hasta a los perros se les permite comer las sobras que caen bajo la mesa de sus amos.
28
—le dijo Jesús—,
Y al instante la hija se sanó.
29
Jesús sana a mucha gente
Jesús regresó al mar de Galilea, subió a una colina y se sentó.
30
Una inmensa multitud le llevó a personas cojas, ciegas, lisiadas, mudas y a muchas más. Las pusieron delante de Jesús y él las sanó a todas.
31
¡La multitud quedó asombrada! Los que no podían hablar, ahora hablaban; los lisiados quedaron sanos, los cojos caminaban bien y los ciegos podían ver; y alababan al Dios de Israel.
32
Jesús alimenta a cuatro mil
Entonces Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: