32
Esa tarde, después de la puesta del sol, le llevaron a Jesús muchos enfermos y endemoniados.
33
El pueblo entero se juntó en la puerta para mirar.
34
Entonces Jesús sanó a mucha gente que padecía de diversas enfermedades y expulsó a muchos demonios, pero como los demonios sabían quién era él, no los dejó hablar.
35
Jesús predica en Galilea
A la mañana siguiente, antes del amanecer, Jesús se levantó y fue a un lugar aislado para orar.
36
Más tarde, Simón y los otros salieron a buscarlo.
37
Cuando lo encontraron, le dijeron:
—Todos te están buscando.
38
Jesús les respondió:
39
Así que recorrió toda la región de Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios.
40
Jesús sana a un leproso
Un hombre con lepra se acercó, se arrodilló ante Jesús y le suplicó que lo sanara.
—Si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio —dijo.
41
Movido a compasión,
Jesús extendió la mano y lo tocó.
—dijo—.
42
Al instante, la lepra desapareció y el hombre quedó sano.
43
Entonces Jesús lo despidió con una firme advertencia:
44
—No se lo cuentes a nadie. En cambio, preséntate ante el sacerdote y deja que te examine. Lleva contigo la ofrenda que exige la ley de Moisés a los que son sanados de lepra.
Esto será un testimonio público de que has quedado limpio.
45
Pero el hombre hizo correr la voz proclamando a todos lo que había sucedido. Como resultado, grandes multitudes pronto rodearon a Jesús, de modo que ya no pudo entrar abiertamente en ninguna ciudad. Tenía que quedarse en lugares apartados, pero aun así gente de todas partes seguía acudiendo a él.