19
y los envió al Señor para que le preguntaran: «¿Eres tú el Mesías
a quien hemos esperado o debemos seguir buscando a otro?».
20
Los dos discípulos de Juan encontraron a Jesús y le dijeron: «Juan el Bautista nos envió a preguntarte: “¿Eres tú el Mesías a quien hemos esperado o debemos seguir buscando a otro?”».
21
En ese preciso momento Jesús sanó a muchas personas de enfermedades, dolencias, y expulsó espíritus malignos y le devolvió la vista a muchos ciegos.
22
Luego les dijo a los discípulos de Juan:
23
Y díganle: “Dios bendice a los que no se apartan por causa de mí
”».
24
Después de que los discípulos de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar acerca de él a las multitudes.
25
¿O esperaban ver a un hombre vestido con ropa costosa? No, la gente que usa ropa elegante y vive rodeada de lujos se encuentra en los palacios.
26
¿Buscaban a un profeta? Así es, y él es más que un profeta.
27
Juan es el hombre al que se refieren las Escrituras cuando dicen:
“Mira, envío a mi mensajero por anticipado,
y él preparará el camino delante de ti”
.
28
»Les digo que de todos los hombres que han vivido, nadie es superior a Juan. Sin embargo, hasta la persona más insignificante en el reino de Dios es superior a él».
29
Cuando oyeron esto, todos —hasta los cobradores de impuestos— coincidieron en que el camino de Dios era el correcto,
porque fueron bautizados por Juan;
30
pero los fariseos y los expertos en la ley religiosa no aceptaron el plan de Dios para ellos, porque rechazaron el bautismo de Juan.
31
—preguntó Jesús—.
32
Se parecen a los niños que juegan en la plaza. Se quejan ante sus amigos:
“Tocamos canciones de bodas,
y no bailaron;
entonces tocamos cantos fúnebres,
y no lloraron”.
33
»Pues Juan el Bautista no pasaba el tiempo comiendo pan y bebiendo vino, y ustedes dicen: “Está poseído por un demonio”.
34
El Hijo del Hombre,
por su parte, festeja y bebe, y ustedes dicen: “Es un glotón y un borracho, ¡y es amigo de cobradores de impuestos y de otros pecadores!”.
35
Pero la sabiduría demuestra estar en lo cierto por la vida de quienes la siguen
».
36
Una mujer pecadora unge a Jesús
Uno de los fariseos invitó a Jesús a cenar, así que Jesús fue a su casa y se sentó a comer.
37
Cuando cierta mujer de mala vida que vivía en la ciudad se enteró de que Jesús estaba comiendo allí, llevó un hermoso frasco de alabastro lleno de un costoso perfume.
38
Llorando, se arrodilló detrás de él a sus pies. Sus lágrimas cayeron sobre los pies de Jesús, y ella los secó con sus cabellos. No cesaba de besarle los pies y les ponía perfume.
39
Cuando el fariseo que lo había invitado vio esto, dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría qué tipo de mujer lo está tocando. ¡Es una pecadora!».