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Una vez terminada la celebración, emprendieron el regreso a Nazaret, pero Jesús se quedó en Jerusalén. Al principio, sus padres no se dieron cuenta,
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porque creyeron que estaba entre los otros viajeros; pero cuando se hizo de noche y no aparecía, comenzaron a buscarlo entre sus parientes y amigos.
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Como no pudieron encontrarlo, regresaron a Jerusalén para buscarlo allí.
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Tres días después, por fin lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros religiosos, escuchándolos y haciéndoles preguntas.
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Todos los que lo oían quedaban asombrados de su entendimiento y de sus respuestas.
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Sus padres no sabían qué pensar.
—Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? —le dijo su madre—. Tu padre y yo hemos estado desesperados buscándote por todas partes.
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—les preguntó—.
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Pero ellos no entendieron lo que les quiso decir.
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Luego regresó con sus padres a Nazaret, y vivió en obediencia a ellos. Y su madre guardó todas esas cosas en el corazón.
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Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en el favor de Dios y de toda la gente.