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Como José era descendiente del rey David, tuvo que ir a Belén de Judea, el antiguo hogar de David. Viajó hacia allí desde la aldea de Nazaret de Galilea.
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Llevó consigo a María, su prometida, cuyo embarazo ya estaba avanzado.
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Mientras estaban allí, llegó el momento para que naciera el bebé.
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María dio a luz a su primer hijo, un varón. Lo envolvió en tiras de tela y lo acostó en un pesebre, porque no había alojamiento disponible para ellos.
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Pastores y ángeles
Esa noche había unos pastores en los campos cercanos, que estaban cuidando sus rebaños de ovejas.
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De repente, apareció entre ellos un ángel del Señor, y el resplandor de la gloria del Señor los rodeó. Los pastores estaban aterrados,
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pero el ángel los tranquilizó. «No tengan miedo —dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente.
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¡El Salvador —sí, el Mesías, el Señor— ha nacido hoy en Belén, la ciudad de David!
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Y lo reconocerán por la siguiente señal: encontrarán a un niño envuelto en tiras de tela, acostado en un pesebre».
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De pronto, se unió a ese ángel una inmensa multitud —los ejércitos celestiales— que alababan a Dios y decían:
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«Gloria a Dios en el cielo más alto
y paz en la tierra para aquellos en quienes Dios se complace».
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Cuando los ángeles regresaron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «¡Vayamos a Belén! Veamos esto que ha sucedido y que el Señor nos anunció».
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Fueron de prisa a la aldea y encontraron a María y a José. Y allí estaba el niño, acostado en el pesebre.
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Después de verlo, los pastores contaron a todos lo que había sucedido y lo que el ángel les había dicho acerca del niño.
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Todos los que escucharon el relato de los pastores quedaron asombrados,
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pero María guardaba todas estas cosas en el corazón y pensaba en ellas con frecuencia.
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Los pastores regresaron a sus rebaños, glorificando y alabando a Dios por lo que habían visto y oído. Todo sucedió tal como el ángel les había dicho.
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Presentación de Jesús en el templo
Ocho días después, cuando el bebé fue circuncidado, le pusieron por nombre Jesús, el nombre que había dado el ángel aun antes de que el niño fuera concebido.
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Luego llegó el tiempo para la ofrenda de purificación, como exigía la ley de Moisés después del nacimiento de un niño; así que sus padres lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor.
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La ley del Señor dice: «Si el primer hijo de una mujer es varón, habrá que dedicarlo al Señor
»
.
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Así que ellos ofrecieron el sacrificio requerido en la ley del Señor, que consistía en «un par de tórtolas o dos pichones de paloma»
.
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Profecía de Simeón
En ese tiempo, había en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era justo y devoto, y esperaba con anhelo que llegara el Mesías y rescatara a Israel. El Espíritu Santo estaba sobre él
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y le había revelado que no moriría sin antes ver al Mesías del Señor.
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Ese día, el Espíritu lo guió al templo. De manera que, cuando María y José llegaron para presentar al bebé Jesús ante el Señor como exigía la ley,
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Simeón estaba allí. Tomó al niño en sus brazos y alabó a Dios diciendo:
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«Señor Soberano, permite ahora que tu siervo muera en paz,
como prometiste.
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He visto tu salvación,
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la que preparaste para toda la gente.
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Él es una luz para revelar a Dios a las naciones,
¡y es la gloria de tu pueblo Israel!».
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Los padres de Jesús estaban asombrados de lo que se decía de él.
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Entonces Simeón les dio su bendición y le dijo a María, la madre del bebé: «Este niño está destinado a provocar la caída de muchos en Israel, pero también será la alegría de muchos otros. Fue enviado como una señal de Dios, pero muchos se le opondrán.