3
Una viuda de esa ciudad acudía a él repetidas veces para decirle: “Hágame justicia en este conflicto con mi enemigo”.
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Durante un tiempo, el juez no le hizo caso, hasta que finalmente se dijo a sí mismo: “No temo a Dios ni me importa la gente,
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pero esta mujer me está volviendo loco. Me ocuparé de que reciba justicia, ¡porque me está agotando con sus constantes peticiones!”».
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Entonces el Señor dijo:
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Si hasta él dio un veredicto justo al final, ¿acaso no creen que Dios hará justicia a su pueblo escogido que clama a él día y noche? ¿Seguirá aplazando su respuesta?
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Les digo, ¡que pronto les hará justicia! Pero cuando el Hijo del Hombre
regrese, ¿a cuántas personas con fe encontrará en la tierra?».
9
Parábola del fariseo y el cobrador de impuestos
Luego Jesús contó la siguiente historia a algunos que tenían mucha confianza en su propia rectitud y despreciaban a los demás:
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«Dos hombres fueron al templo a orar. Uno era fariseo, y el otro era un despreciado cobrador de impuestos.
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El fariseo, de pie, apartado de los demás, hizo la siguiente oración:
“Te agradezco, Dios, que no soy un pecador como todos los demás. Pues no engaño, no peco y no cometo adulterio. ¡Para nada soy como ese cobrador de impuestos!
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Ayuno dos veces a la semana y te doy el diezmo de mis ingresos”.
13
»En cambio, el cobrador de impuestos se quedó a la distancia y ni siquiera se atrevía a levantar la mirada al cielo mientras oraba, sino que golpeó su pecho en señal de dolor mientras decía: “Oh, Dios, ten compasión de mí, porque soy un pecador”.
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Les digo que fue este pecador —y no el fariseo— quien regresó a su casa justificado delante de Dios. Pues los que se exaltan a sí mismos serán humillados, y los que se humillan serán exaltados».
15
Jesús bendice a los niños
Cierto día, algunos padres llevaron a sus hijitos a Jesús para que él los tocara y los bendijera; pero cuando los discípulos vieron esto, regañaron a los padres por molestarlo.
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Entonces Jesús llamó a los niños y dijo a los discípulos:
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Les digo la verdad, el que no reciba el reino de Dios como un niño nunca entrará en él».
18
El hombre rico
Cierta vez, un líder religioso le hizo a Jesús la siguiente pregunta:
—Maestro bueno, ¿qué debería hacer para heredar la vida eterna?
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—le preguntó Jesús—.
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pero para contestar a tu pregunta, tú conoces los mandamientos: “No cometas adulterio; no asesines; no robes; no des falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre”
.
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El hombre respondió:
—He obedecido todos esos mandamientos desde que era joven.
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Cuando Jesús oyó su respuesta, le dijo:
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Cuando el hombre oyó esto, se puso triste porque era muy rico.
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Jesús lo vio
y dijo:
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De hecho, ¡es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios!».
26
Los que lo oyeron, dijeron: «Entonces, ¿quién podrá ser salvo?».
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Él contestó:
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Pedro dijo:
—Nosotros hemos dejado nuestros hogares para seguirte.
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—respondió Jesús—,
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recibirá mucho más en esta vida y tendrá la vida eterna en el mundo que vendrá.
31
Jesús predice otra vez su muerte
Jesús llevó a los doce discípulos aparte y dijo:
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Será entregado a los romanos,
y se burlarán de él, lo tratarán de manera vergonzosa y lo escupirán.
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Lo azotarán con un látigo y lo matarán, pero al tercer día resucitará».
34
Sin embargo, ellos no entendieron nada de esto. La importancia de sus palabras estaba oculta de ellos, y no captaron lo que decía.
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Jesús sana a un mendigo ciego
Al acercarse Jesús a Jericó, un mendigo ciego estaba sentado junto al camino.
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Cuando oyó el ruido de la multitud que pasaba, preguntó qué sucedía.
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Le dijeron que Jesús de Nazaret
pasaba por allí.
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Entonces comenzó a gritar: «¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!».
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«¡Cállate!», le gritaba la gente que estaba más adelante.
Sin embargo, él gritó aún más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
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Cuando Jesús lo oyó, se detuvo y ordenó que le trajeran al hombre. Al acercarse el ciego, Jesús le preguntó:
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—Señor —le dijo—, ¡quiero ver!
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Jesús le dijo:
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Al instante el hombre pudo ver y siguió a Jesús mientras alababa a Dios. Y todos los que lo vieron también alabaron a Dios.