5
Los apóstoles le dijeron al Señor:
—Muéstranos cómo aumentar nuestra fe.
6
El Señor respondió:
7
»Cuando un sirviente vuelve de arar o de cuidar las ovejas, ¿acaso su patrón le dice: “Ven y come conmigo”?
8
No, le dirá: “Prepara mi comida, ponte el delantal y sírveme mientras como. Luego puedes comer tú”.
9
¿Y le agradece el amo al sirviente por hacer lo que se le dijo que hiciera? Por supuesto que no.
10
De la misma manera, cuando ustedes me obedecen, deben decir: “Somos siervos indignos que simplemente cumplimos con nuestro deber”.
11
Diez leprosos son sanados
Mientras Jesús seguía camino a Jerusalén, llegó a la frontera entre Galilea y Samaria.
12
Al entrar en una aldea, diez leprosos se quedaron a la distancia,
13
gritando:
—¡Jesús! ¡Maestro! ¡Ten compasión de nosotros!
14
Jesús los miró y dijo:
Y, mientras ellos iban, quedaron limpios de la lepra.
15
Uno de ellos, cuando vio que estaba sano, volvió a Jesús, y exclamó: «¡Alaben a Dios!».
16
Y cayó al suelo, a los pies de Jesús, y le agradeció por lo que había hecho. Ese hombre era samaritano.
17
Jesús preguntó:
18
¿Ninguno volvió para darle gloria a Dios excepto este extranjero?».
19
Y Jesús le dijo al hombre:
20
La venida del reino
Un día, los fariseos le preguntaron a Jesús:
—¿Cuándo vendrá el reino de Dios?
Jesús contestó:
21
Nunca podrán decir: “¡Aquí está!” o “¡Está por allí!”, porque el reino de Dios ya está entre ustedes.
22
Entonces dijo a sus discípulos:
23
Algunos les dirán: “Miren, allí está el Hijo del Hombre” o “Aquí está”, pero no los sigan.
24
Pues, así como el relámpago destella e ilumina el cielo de un extremo a otro, así será el día cuando venga el Hijo del Hombre.
25
Pero primero el Hijo del Hombre tiene que sufrir terriblemente
y ser rechazado por esta generación.