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Durante el festival anual de la cosecha en Siquem, celebrado en el templo del dios local, hubo vino en abundancia, y todos comenzaron a maldecir a Abimelec.
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«¿Quién es ese Abimelec? —gritó Gaal—. No es un hijo legítimo de Siquem.
Entonces, ¿por qué debemos ser sus siervos? Él no es más que un hijo de Gedeón, y ese Zebul solo es su ayudante. Sirvan a los verdaderos hijos de Hamor, el fundador de Siquem. ¿Por qué tenemos que servir a Abimelec?
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Si yo fuera el encargado aquí, me desharía de Abimelec. Le diría:
“¡Búscate unos soldados y sal a pelear!”».
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Pero cuando Zebul, el jefe de la ciudad, oyó lo que Gaal decía, se puso furioso.
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Le envió mensajeros a Abimelec, quien estaba en Aruma,
para decirle: «Gaal, hijo de Ebed, y sus hermanos se han mudado a Siquem, y ahora están incitando a la ciudad a rebelarse contra ti.
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Ven con un ejército esta noche y escóndete en los campos.
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Por la mañana, a la salida del sol, ataca la ciudad. Cuando Gaal y los que lo acompañan salgan contra ti, podrás hacer con ellos lo que quieras».
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Entonces Abimelec y todos sus hombres fueron de noche, se dividieron en cuatro grupos y se posicionaron alrededor de Siquem.
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Gaal estaba parado junto a las puertas de la ciudad cuando Abimelec y su ejército salieron de su escondite.
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Al verlos, Gaal le dijo a Zebul:
—¡Mira, hay gente bajando de las cumbres!
—Parecen hombres pero son nada más sombras reflejadas en las colinas —contestó Zebul.
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Pero Gaal insistió:
—¡No! Hay gente bajando de las colinas.
Y otro grupo viene por el camino que pasa por el Roble de los Adivinos.