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En Cedes, Barac reunió a las tribus de Zabulón y de Neftalí, y diez mil guerreros subieron con él. Débora también lo acompañó.
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Ahora bien, Heber el ceneo, un descendiente de Hobab, cuñado
de Moisés, se había separado de los demás miembros de su tribu y armó su carpa junto al roble de Zaanaim, cerca de Cedes.
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Cuando le dijeron a Sísara que Barac, hijo de Abinoam, había subido al monte Tabor,
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mandó llamar a sus novecientos carros de guerra hechos de hierro y a todos sus guerreros, y marcharon desde Haroset-goim hasta el río Cisón.
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Entonces Débora le dijo a Barac: «¡Prepárate! Hoy es el día en que el Señor
te dará la victoria sobre Sísara, porque el Señor
marcha delante de ti». Así que Barac descendió las laderas del monte Tabor al frente de sus diez mil guerreros para entrar en batalla.
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Cuando Barac atacó, el Señor
llenó de pánico a Sísara y a todos sus carros de guerra y a sus guerreros. Sísara saltó de su carro de guerra y escapó a pie.
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Entonces Barac persiguió a los carros y al ejército enemigo hasta Haroset-goim, y mató a todos los guerreros de Sísara. Ni uno solo quedó con vida.
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Mientras tanto, Sísara corrió hasta la carpa de Jael, la esposa de Heber, el ceneo, porque la familia de Heber tenía amistad con el rey Jabín, de Hazor.
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Jael salió al encuentro de Sísara y le dijo:
—Entre en mi carpa, señor. Venga. No tenga miedo.
Así que él entró en la carpa, y ella lo cubrió con una manta.
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—Dame un poco de agua, por favor —le dijo él—. Tengo sed.
Así que ella le dio leche de una bolsa de cuero y volvió a cubrirlo.
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—Párate en la puerta de la carpa —le dijo a ella—. Si alguien viene y pregunta si hay alguien adentro, dile que no.