10
Así que, enseguida ella fue corriendo a contarle a su esposo: «¡El hombre que se me apareció el otro día está aquí de nuevo!».
11
Manoa regresó corriendo con su esposa y preguntó:
—¿Eres el hombre que le habló a mi esposa el otro día?
—Sí —contestó él—, soy yo.
12
Entonces Manoa le preguntó:
—Cuando tus palabras se hagan realidad, ¿qué reglas deben gobernar la vida y el trabajo del muchacho?
13
El ángel del Señor
le contestó:
—Asegúrate de que tu esposa siga las instrucciones que le di.
14
No debe comer uvas ni pasas ni beber vino u otra bebida alcohólica, ni comer ningún alimento prohibido.
15
Entonces Manoa le dijo al ángel del Señor
:
—Por favor, quédate aquí hasta que preparemos un cabrito para que comas.
16
—Me quedaré —le contestó el ángel del Señor
—, pero no comeré nada. En cambio, puedes preparar una ofrenda quemada como sacrificio al Señor
.
(Manoa no se daba cuenta de que era el ángel del Señor
).
17
Entonces Manoa le preguntó al ángel del Señor
:
—¿Cómo te llamas? Pues queremos honrarte cuando todo esto se haga realidad.
18
—¿Para qué preguntas mi nombre? —contestó el ángel del Señor
—. Es demasiado maravilloso para que tú lo comprendas.
19
Después Manoa tomó un cabrito y una ofrenda de grano, y ofreció todo sobre una piedra como sacrificio al Señor
. Y mientras Manoa y su esposa observaban, el Señor
hizo algo asombroso:
20
cuando las llamas del altar se elevaron hacia el cielo, el ángel del Señor
ascendió en medio del fuego. Al verlo, Manoa y su esposa se postraron rostro en tierra.