26
»Hace trescientos años que Israel vive aquí, tanto en Hesbón como en los asentamientos de alrededor, hasta Aroer y sus asentamientos, y en todas las ciudades a lo largo del río Arnón. ¿Por qué no has hecho ningún esfuerzo hasta ahora para recuperar la tierra?
27
Por lo tanto, yo no pequé contra ti. Más bien, tú me hiciste daño al atacarme. Que el Señor
, quien es juez, decida hoy quién de nosotros tiene la razón: si Amón o Israel».
28
Pero el rey de Amón no hizo caso al mensaje de Jefté.
29
El voto de Jefté
En esa ocasión, el Espíritu del Señor
vino sobre Jefté, y él recorrió toda la tierra de Galaad y de Manasés, incluida Mizpa en Galaad y, desde allí, lideró al ejército contra los amonitas.
30
Y Jefté hizo un voto al Señor
: «Si me das la victoria sobre los amonitas,
31
yo entregaré al Señor
al primero que salga de mi casa para recibirme cuando regrese triunfante. Lo sacrificaré como ofrenda quemada».
32
Así que Jefté dirigió al ejército contra los amonitas, y el Señor
le dio la victoria.
33
Aplastó a los amonitas, devastó unas veinte ciudades desde Aroer hasta una zona cerca de Minit, y desde allí hasta Abel-keramim. De esa forma, Israel derrotó a los amonitas.
34
Cuando Jefté volvió a su casa en Mizpa, su hija salió a recibirlo tocando una pandereta y danzando de alegría. Ella era su hija única, ya que él no tenía más hijos ni hijas.
35
Cuando la vio, se rasgó la ropa en señal de angustia.
—¡Hija mía! —clamó—. ¡Me has destruido por completo! ¡Me has traído una gran calamidad! Pues hice un voto al Señor
y no puedo dejar de cumplirlo.
36
Y ella le dijo:
—Padre, si hiciste un voto al Señor
, debes hacer conmigo lo que prometiste, porque el Señor
te ha dado una gran victoria sobre tus enemigos, los amonitas.