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Luego llegó Simón Pedro y entró en la tumba. Él también notó los lienzos de lino allí,
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pero el lienzo que había cubierto la cabeza de Jesús estaba doblado y colocado aparte de las otras tiras.
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Entonces el discípulo que había llegado primero a la tumba también entró y vio y creyó,
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porque hasta ese momento aún no habían entendido las Escrituras que decían que Jesús tenía que resucitar de los muertos.
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Después cada uno se fue a su casa.
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Jesús se aparece a María Magdalena
María se encontraba llorando fuera de la tumba y, mientras lloraba, se agachó y miró adentro.
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Vio a dos ángeles vestidos con vestiduras blancas, uno sentado a la cabecera y el otro a los pies, en el lugar donde había estado el cuerpo de Jesús.
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—Apreciada mujer, ¿por qué lloras? —le preguntaron los ángeles.
—Porque se han llevado a mi Señor —contestó ella—, y no sé dónde lo han puesto.
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Dio la vuelta para irse y vio a alguien que estaba de pie allí. Era Jesús, pero ella no lo reconoció.
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—le preguntó Jesús—.
Ella pensó que era el jardinero y le dijo:
—Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo puso, y yo iré a buscarlo.
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—dijo Jesús.
Ella giró hacia él y exclamó:
—¡Raboní! (que en hebreo significa “Maestro”).