7
Jesús les dijo a los sirvientes:
Una vez que las tinajas estuvieron llenas,
8
les dijo:
Así que los sirvientes siguieron sus indicaciones.
9
Cuando el maestro de ceremonias probó el agua que ahora era vino, sin saber de dónde provenía (aunque, por supuesto, los sirvientes sí lo sabían), mandó a llamar al novio.
10
«Un anfitrión siempre sirve el mejor vino primero —le dijo—, y una vez que todos han bebido bastante, comienza a ofrecer el vino más barato. ¡Pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora!».
11
Esta señal milagrosa en Caná de Galilea marcó la primera vez que Jesús reveló su gloria. Y sus discípulos creyeron en él.
12
Después de la boda, se fue unos días a Capernaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos.
13
Jesús despeja el templo
Se acercaba la fecha de la celebración de la Pascua judía, así que Jesús fue a Jerusalén.
14
Vio que en la zona del templo había unos comerciantes que vendían ganado, ovejas y palomas para los sacrificios; vio a otros que estaban en sus mesas cambiando dinero extranjero.
15
Jesús se hizo un látigo con unas cuerdas y expulsó a todos del templo. Echó las ovejas y el ganado, arrojó por el suelo las monedas de los cambistas y les volteó las mesas.
16
Luego se dirigió a los que vendían palomas y les dijo:
17
Entonces sus discípulos recordaron la profecía de las Escrituras que dice: «El celo por la casa de Dios me consumirá»
.
18
Pero los líderes judíos exigieron:
—¿Qué estás haciendo? Si Dios te dio autoridad para hacer esto, muéstranos una señal milagrosa que lo compruebe.
19
—contestó Jesús—.
20
—¡Qué dices! —exclamaron—. Tardaron cuarenta y seis años en construir este templo, ¿y tú puedes reconstruirlo en tres días?
21
Pero cuando Jesús dijo «este templo», se refería a su propio cuerpo.
22
Después que resucitó de los muertos, sus discípulos recordaron que había dicho esto y creyeron en las Escrituras y también en lo que Jesús había dicho.
23
Jesús y Nicodemo
Debido a las señales milagrosas que Jesús hizo en Jerusalén durante la celebración de la Pascua, muchos comenzaron a confiar en él;
24
pero Jesús no confiaba en ellos porque conocía la naturaleza humana.
25
No hacía falta que nadie le dijera cómo es el ser humano.