14
Y, dado que yo, su Señor y Maestro, les he lavado los pies, ustedes deben lavarse los pies unos a otros.
15
Les di mi ejemplo para que lo sigan. Hagan lo mismo que yo he hecho con ustedes.
16
Les digo la verdad, los esclavos no son superiores a su amo ni el mensajero es más importante que quien envía el mensaje.
17
Ahora que saben estas cosas, Dios los bendecirá por hacerlas.
18
Jesús predice la traición
19
Les aviso de antemano, a fin de que, cuando suceda, crean que Y
Señor
el Mesías.
20
Les digo la verdad, todo el que recibe a mi mensajero me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al Padre, quien me envió.
21
Entonces Jesús, muy angustiado,
exclamó:
22
Los discípulos se miraron unos a otros sin saber a cuál se refería Jesús.
23
El discípulo a quien Jesús amaba estaba sentado a la mesa a su lado.
24
Simón Pedro le hizo señas para que le preguntara a quién se refería.
25
Entonces, ese discípulo se inclinó hacia Jesús y le preguntó:
—Señor, ¿quién es?
26
Jesús le contestó:
Y, después de mojar el pan, se lo dio a Judas, el hijo de Simón Iscariote.
27
Cuando Judas comió el pan, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo:
28
Ninguno de los demás que estaban a la mesa entendió lo que Jesús quiso decir.
29
Como Judas era el tesorero del grupo, algunos pensaron que Jesús le estaba diciendo que fuera a pagar la comida o que diera algo de dinero a los pobres.
30
Así que Judas se fue enseguida y se internó en la noche.
31
Jesús predice la negación de Pedro
En cuanto Judas salió del lugar, Jesús dijo:
32
Y dado que Dios recibe gloria a causa del Hijo,
pronto le dará gloria al Hijo.
33
Mis queridos hijos, voy a estar con ustedes solo un poco más de tiempo. Y, como les dije a los líderes judíos, ustedes me buscarán, pero no pueden ir adonde yo voy.
34
Así que ahora les doy un nuevo mandamiento: ámense unos a otros. Tal como yo los he amado, ustedes deben amarse unos a otros.
35
El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos».
36
Simón Pedro le preguntó:
—Señor, ¿adónde vas?
Y Jesús contestó:
37
—¿Pero por qué no puedo ir ahora, Señor? —le preguntó—. Estoy dispuesto a morir por ti.
38
—le contestó Jesús—.