28
Entonces habló una voz del cielo: «Ya he glorificado mi nombre y lo haré otra vez».
29
Al oír la voz, algunos de la multitud pensaron que era un trueno, mientras que otros decían que un ángel le había hablado.
30
Entonces Jesús les dijo:
31
Ha llegado el tiempo de juzgar a este mundo, cuando Satanás —quien gobierna este mundo— será expulsado.
32
Y, cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí».
33
Con eso quería dar a entender de qué forma iba a morir.
34
La multitud respondió:
—Según entendimos de las Escrituras,
el Mesías vivirá para siempre. ¿Cómo puedes decir, entonces, que el Hijo del Hombre va a morir? Además, ¿quién es este Hijo del Hombre?
35
Jesús contestó:
36
Después de decir esas cosas, Jesús salió y desapareció de la vista de ellos.
37
Incredulidad de la gente
A pesar de todas las señales milagrosas que Jesús había hecho, la mayoría de la gente aún no creía en él.
38
Eso era precisamente lo que el profeta Isaías había predicho:
«S
, ¿quién ha creído nuestro mensaje?
¿A quién ha revelado el Señor
su brazo poderoso?»
.
39
Pero la gente no podía creer, porque como también dijo Isaías:
40
«El Señor les ha cegado los ojos
y les ha endurecido el corazón,
para que sus ojos no puedan ver
y sus corazones no puedan entender
y ellos no puedan regresar a mí
para que yo los sane»
.
41
Isaías se refería a Jesús cuando dijo esas palabras, porque vio el futuro y habló de la gloria del Mesías.
42
Sin embargo, hubo muchos que sí creyeron en él, entre ellos algunos líderes judíos; pero no lo admitían por temor a que los fariseos los expulsaran de la sinagoga;
43
porque amaban más la aprobación humana que la aprobación de Dios.
44
Jesús le gritó a la multitud:
45
Pues, cuando me ven a mí, están viendo al que me envió.
46
Yo he venido como una luz para brillar en este mundo de oscuridad, a fin de que todos los que pongan su confianza en mí no queden más en la oscuridad.
47
No voy a juzgar a los que me oyen pero no me obedecen, porque he venido para salvar al mundo y no para juzgarlo.
48
Pero todos los que me rechazan a mí y rechazan mi mensaje serán juzgados el día del juicio por la verdad que yo he hablado.
49
Yo no hablo con autoridad propia; el Padre, quien me envió, me ha ordenado qué decir y cómo decirlo.
50
Y sé que sus mandatos llevan a la vida eterna; por eso digo todo lo que el Padre me indica que diga».