8
«No les tengas miedo —le dijo el Señor
a Josué—, porque te he dado la victoria. Ni uno de ellos podrá hacerte frente».
9
Josué marchó toda la noche desde Gilgal y tomó por sorpresa a los ejércitos amorreos.
10
El Señor
llenó de pánico a los amorreos, y los israelitas masacraron a un gran número de ellos en Gabaón. Después persiguieron a sus enemigos por el camino que lleva a Bet-horón y los fueron matando a lo largo de toda la ruta a Azeca y Maceda.
11
Mientras los amorreos estaban en retirada por el camino de Bet-horón, el Señor
los destruyó mediante una terrible tormenta de granizo que envió desde el cielo, y que no paró hasta que llegaron a Azeca. El granizo mató a más enemigos de los que mataron los israelitas a filo de espada.
12
El día que el Señor
les dio a los israelitas la victoria sobre los amorreos, Josué oró al Señor
delante de todo el pueblo de Israel y dijo:
«Que el sol se detenga sobre Gabaón,
y la luna, sobre el valle de Ajalón».
13
Entonces el sol se detuvo y la luna se quedó en su sitio hasta que la nación de Israel terminó de derrotar a sus enemigos.
¿Acaso no está registrado ese suceso en
?
El sol se detuvo en medio del cielo y no se ocultó como en un día normal.
14
Jamás, ni antes ni después, hubo un día como ese, cuando el Señor
contestó semejante oración. ¡Sin duda, ese día el Señor
peleó por Israel!
15
Después Josué y el ejército israelita regresaron a su campamento, en Gilgal.
16
Josué mata a los cinco reyes del sur
Durante la batalla, los cinco reyes escaparon y se escondieron en una cueva, en Maceda.
17
Cuando Josué oyó que los habían encontrado,
18
dio la siguiente orden: «Cubran la abertura de la cueva con rocas grandes y pongan guardias en la entrada, para mantener adentro a los reyes.