3
Esta vez Jonás obedeció el mandato del Señor
y fue a Nínive, una ciudad tan grande que tomaba tres días recorrerla toda.
4
El día que Jonás entró en la ciudad, proclamó a la multitud: «Dentro de cuarenta días Nínive será destruida».
5
Entonces la gente de Nínive creyó el mensaje de Dios y desde el más importante hasta el menos importante declararon ayuno y se vistieron de tela áspera en señal de remordimiento.
6
Cuando el rey de Nínive oyó lo que Jonás decía, bajó de su trono y se quitó sus vestiduras reales. Se vistió de tela áspera y se sentó sobre un montón de cenizas.
7
Entonces el rey y sus nobles enviaron el siguiente decreto por toda la ciudad:
«Nadie puede comer ni beber nada, ni siquiera los animales de las manadas o de los rebaños.
8
Tanto el pueblo como los animales tienen que vestirse de luto y toda persona debe orar intensamente a Dios, apartarse de sus malos caminos y abandonar toda su violencia.
9
¡Quién sabe!, puede ser que todavía Dios cambie de parecer, contenga su ira feroz y no nos destruya».
10
Cuando Dios vio lo que habían hecho y cómo habían abandonado sus malos caminos, cambió de parecer y no llevó a cabo la destrucción que les había amenazado.