4
Parecen caballos;
van a la carga como caballos de guerra.
5
Mírenlos saltar a lo largo de las cumbres.
Escuchen el estruendo que producen, como el retumbar de carros de guerra,
como el rugir del fuego que arrasa los campos de hierba seca
o el despliegue de un poderoso ejército en batalla.
6
El miedo se apodera de la gente;
cada rostro palidece de terror.
7
Los agresores marchan como guerreros
y escalan los muros de la ciudad como soldados.
Marchan hacia adelante,
sin romper filas.
8
No se empujan unos a otros;
cada uno se mueve en la posición exacta.
Atraviesan las líneas de defensa
sin perder la formación.
9
Irrumpen en la ciudad,
corren a lo largo de sus muros.
Se meten en todas las casas;
como ladrones trepan por las ventanas.
10
La tierra tiembla mientras avanzan
y los cielos se estremecen.
El sol y la luna se oscurecen
y las estrellas dejan de brillar.
11
El Señor
va a la cabeza de la columna;
con un grito los guía.
Este es su ejército poderoso
y ellos siguen sus órdenes.
El día del Señor
es algo imponente y pavoroso.
¿Quién lo podrá sobrevivir?
12
Un llamado al arrepentimiento
Por eso dice el Señor
:
«Vuélvanse a mí ahora, mientras haya tiempo;
entréguenme su corazón.
Acérquense con ayuno, llanto y luto.
13
No se desgarren la ropa en su dolor
sino desgarren sus corazones».
Regresen al Señor
su Dios,
porque él es misericordioso y compasivo,
lento para enojarse y lleno de amor inagotable.
Está deseoso de desistir y no de castigar.
14
¿Quién sabe? Quizá les suspenda el castigo
y les envíe una bendición en vez de esta maldición.
Quizá puedan ofrendar grano y vino
al Señor
su Dios, como lo hacían antes.