1
Segundo discurso de Job: respuesta a Elifaz
Entonces Job habló de nuevo:
2
«Si se pudiera pesar mi sufrimiento
y poner mis problemas en la balanza,
3
pesarían más que toda la arena del mar.
Por eso hablé impulsivamente.
4
Pues el Todopoderoso me ha derribado con sus flechas;
y el veneno de ellas infecta mi espíritu.
Los terrores de Dios están alineados contra mí.
5
¿Acaso no tengo derecho a quejarme?
¿No rebuznan los burros salvajes cuando no encuentran hierba
y mugen los bueyes cuando no tienen qué comer?
6
¿No se queja la gente cuando a la comida le falta sal?
¿Hay alguien que desee comer la insípida clara del huevo?
7
Cuando la miro, mi apetito desaparece;
¡solo pensar en comerla me da asco!
8
»¡Ah, que se otorgara mi petición!
¡Que Dios me concediera mi deseo!
9
Quisiera que él me aplastara,
quisiera que extendiera su mano y me matara.
10
Al menos puedo consolarme con esto:
a pesar del dolor,
no he negado las palabras del Santísimo;
11
pero no tengo fuerzas para seguir,
no tengo nada por lo cual vivir.
12
¿Tengo yo la fuerza de una roca?
¿Está mi cuerpo hecho de bronce?
13
No, estoy desamparado por completo,
sin ninguna oportunidad de salir adelante.
14
»Uno debería ser compasivo con un amigo abatido,
pero tú me acusas sin ningún temor del Todopoderoso.
15
Hermanos míos, han demostrado ser tan poco confiables como un arroyo de temporada
que desborda su cauce en la primavera,
16
cuando crece por el hielo y por la nieve derretida;
17
pero en la estación cálida, el agua desaparece
y el arroyo se desvanece en el calor.
18
Las caravanas se desvían de su ruta para refrescarse,
pero no hay nada para beber y por eso mueren.
19
Las caravanas de Temán van en busca de esta agua;
los viajeros de Saba esperan encontrarla.
20
Confían que esté pero se decepcionan;
cuando llegan, sus esperanzas se desvanecen.