2
¡De qué me sirven
esos pobres desgraciados!
3
Están flacos por el hambre
y huyen a los desiertos,
a tierras baldías, desoladas y tenebrosas.
4
Arrancan verduras silvestres de entre los arbustos
y comen de las raíces de los árboles de retama.
5
Son expulsados de la sociedad,
y la gente les grita como si fueran ladrones.
6
Así que ahora viven en barrancos aterradores,
en cuevas y entre las rocas.
7
Suenan como animales aullando entre los arbustos,
apiñados debajo de las ortigas.
8
Ellos son necios, hijos de nadie,
gentuza de la sociedad.
9
»¡Y ahora se burlan de mí con canciones vulgares!
¡Se mofan de mí!
10
Me desprecian y no se me acercan,
excepto para escupirme en la cara.
11
Pues Dios ha cortado la cuerda de mi arco;
me ha humillado
y por eso ellos ya no se contienen.
12
Esa gentuza se me opone descaradamente;
me arroja al suelo
y tiende trampas a mis pies.
13
Me cierra el camino
y hace todo lo posible para destruirme.
Sabe que no tengo quien me ayude.
14
Me ataca por todos lados;
me asalta cuando estoy abatido.
15
Vivo aterrorizado;
mi honor ha volado con el viento,
y mi prosperidad se ha desvanecido como una nube.
16
»Y ahora la vida se me escapa;
la depresión me persigue durante el día.
17
De noche, mis huesos se llenan de dolor
que me atormenta incesantemente.
18
Con mano fuerte, Dios me agarra de la camisa;
me toma del cuello de mi abrigo.
19
Me ha lanzado al barro;
no soy más que polvo y ceniza.
20
»Clamo a ti, oh Dios, pero no respondes;
estoy delante de ti, pero ni siquiera miras.
21
Te has vuelto cruel conmigo;
utilizas tu poder para atormentarme.
22
Me lanzas al torbellino
y me destruyes en la tormenta.