20
»Los malos se retuercen de dolor toda su vida.
Para los despiadados están reservados años de desgracia.
21
En sus oídos resuena el sonido del terror,
y aun en los días buenos temen el ataque del destructor.
22
No se atreven a salir en la oscuridad
por miedo a ser asesinados.
23
Deambulan diciendo: “¿Dónde podré encontrar pan?”.
Saben que se acerca el día de su destrucción.
24
Ese día oscuro los llena de terror.
Viven en aflicción y angustia
como un rey que se prepara para la batalla.
25
Pues amenazan a Dios con el puño,
desafiando al Todopoderoso.
26
Con sus fuertes escudos en alto,
avanzan insolentes contra él.
27
»Esos malvados están gordos y son prósperos;
su cintura se hincha de grasa,
28
pero sus ciudades quedarán en ruinas.
Vivirán en casas abandonadas
a punto de derrumbarse.
29
No durarán sus riquezas
ni sus bienes permanecerán.
Sus posesiones ya no se extenderán hasta el horizonte.
30
»No escaparán de las tinieblas.
El sol abrasador secará sus retoños
y el aliento de Dios los destruirá.
31
Que no se engañen más confiando en riquezas huecas,
porque su única recompensa será el vacío.
32
Como árboles, serán cortados en la flor de la vida;
sus ramas no reverdecerán jamás.
33
Serán como una vid cuyas uvas se recogen demasiado temprano,
como un olivo que pierde sus flores antes de que se forme el fruto.
34
Pues los que viven sin Dios son estériles.
Sus casas, enriquecidas mediante el soborno, se quemarán.
35
Conciben desgracia y dan a luz maldad;
su vientre produce engaño».