4
»¡Cuidado con tu vecino,
ni siquiera confíes en tu hermano!
Pues un hermano saca ventaja de su hermano,
y un amigo calumnia a su amigo.
5
Todos se engañan y se estafan entre sí;
ninguno dice la verdad.
Con la lengua, entrenada a fuerza de práctica, dicen mentiras;
pecan hasta el cansancio.
6
Amontonan mentira sobre mentira
y rechazan por completo reconocerme»,
dice el Señor
.
7
Por lo tanto, esto dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales:
«Mira, los derretiré en el crisol
y los probaré como al metal.
¿Qué más puedo hacer con mi pueblo?
8
Pues sus lenguas lanzan mentiras como flechas envenenadas.
Dicen palabras amistosas a sus vecinos
mientras en el corazón traman matarlos.
9
¿No habría de castigarlos por eso? —dice el Señor
—.
¿No habría de tomar venganza contra semejante nación?».
10
Lloraré por las montañas
y gemiré por los pastos del desierto;
pues están desolados y no tienen vida.
Ya no se escucha el mugido del ganado;
todas las aves y los animales salvajes han huido.
11
«Haré de Jerusalén un montón de ruinas —dice el Señor
—
y será un lugar frecuentado por chacales.
Las ciudades de Judá serán abandonadas,
y nadie vivirá en ellas».
12
¿Quién tiene suficiente sabiduría para entender todo esto? ¿Quién ha sido instruido por el Señor
y puede explicárselo a otros? ¿Por qué ha sido tan arruinada esta tierra, que nadie se atreve a viajar por ella?
13
El Señor
contesta: «Esto sucedió porque mi pueblo abandonó mis instrucciones; se negó a obedecer lo que dije.
14
En cambio, se pusieron tercos y siguieron sus propios deseos y rindieron culto a imágenes de Baal, como les enseñaron sus antepasados.
15
Así que ahora esto dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ¡mira!, los alimentaré con amargura y les daré veneno para beber.
16
Los esparciré por todo el mundo, a lugares que ni ellos ni sus antepasados han oído nombrar, y aun allí los perseguiré con espada hasta que los haya destruido por completo».
17
Llanto en Jerusalén
Esto dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales:
«Piensa en todo esto y llama a las que se les paga por llorar;
manda traer a las mujeres que lloran en los funerales.
18
¡Rápido! ¡Comiencen a llorar!
Que las lágrimas fluyan de sus ojos.
19
Escuchen a los habitantes de Jerusalén
llorando desesperados:
“¡Estamos arruinados! ¡Estamos totalmente humillados!
Tenemos que abandonar nuestra tierra,
porque derribaron nuestras casas”».
20
Escuchen, ustedes mujeres, las palabras del Señor
;
abran sus oídos a lo que él tiene que decir.
Enseñen a sus hijas a gemir;
enséñense unas a otras a lamentarse.
21
Pues la muerte se ha deslizado a través de nuestras ventanas
y ha entrado a nuestras mansiones.
Ha acabado con la flor de nuestra juventud:
los niños ya no juegan en las calles,
y los jóvenes ya no se reúnen en las plazas.
22
Esto dice el Señor
:
«Se esparcirán cadáveres a través de los campos como montones de estiércol,
como manojos de grano después de la cosecha.
No quedará nadie para enterrarlos».
23
Esto dice el Señor
:
«No dejen que el sabio se jacte de su sabiduría,
o el poderoso, de su poder,
o el rico, de sus riquezas.
24
Pero los que desean jactarse
que lo hagan solamente en esto:
en conocerme verdaderamente y entender que yo soy el Señor
quien demuestra amor inagotable,
y trae justicia y rectitud a la tierra,
y que me deleito en estas cosas.
¡Yo, el Señor
, he hablado!
25
»Se acerca la hora —dice el Señor
—, cuando castigaré a todos los que están circuncidados en el cuerpo pero no en espíritu:
26
a los egipcios, a los edomitas, a los amonitas, a los moabitas, a la gente que vive en el desierto en lugares remotos,
y sí, aun a la gente de Judá. Igual que todas estas naciones paganas, el pueblo de Israel también tiene el corazón incircunciso».