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Así que el 15 de enero,
durante el noveno año del reinado de Sedequías, Nabucodonosor,
rey de Babilonia, dirigió a todo su ejército contra Jerusalén. Rodearon la ciudad y construyeron rampas de asalto contra las murallas.
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Jerusalén estuvo sitiada hasta el año once del reinado de Sedequías.
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Hacia el 18 de julio del año once del reinado de Sedequías,
el hambre en la ciudad ya era muy intensa y se había agotado por completo lo último que quedaba de alimento.
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Entonces abrieron una brecha en la muralla de la ciudad, y todos los soldados huyeron. Como la ciudad estaba rodeada por los babilonios,
esperaron hasta la caída del sol y entonces se deslizaron por la puerta que está entre las dos murallas, detrás del jardín real, y se dirigieron al valle del Jordán.
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Sin embargo, las tropas babilónicas persiguieron al rey Sedequías y lo capturaron en las llanuras de Jericó, porque todos sus hombres lo habían abandonado y se habían dispersado.
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Lo llevaron ante el rey de Babilonia, que se encontraba en Ribla, en la tierra de Hamat. Allí el rey de Babilonia dictó sentencia contra Sedequías.
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Hizo que Sedequías presenciara la masacre de sus hijos y de los demás funcionarios de Judá.
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Luego le sacaron los ojos, lo ataron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia. Sedequías permaneció allí en prisión hasta el día de su muerte.
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Destrucción del templo
El 17 de agosto de ese año,
que era el año diecinueve del reinado de Nabucodonosor, llegó a Jerusalén Nabuzaradán, capitán de la guardia y funcionario del rey babilónico.
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Quemó por completo el templo del Señor
, el palacio real y todas las casas de Jerusalén. Destruyó todos los edificios importantes
de la ciudad.
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Después supervisó a todo el ejército babilónico
mientras derribaba por completo las murallas de Jerusalén.
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Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó cautivos a algunos de los más pobres, al resto de las personas que quedaban en la ciudad, a los desertores que habían jurado lealtad al rey de Babilonia y al resto de los artesanos;
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pero Nabuzaradán permitió que algunos de los más pobres se quedaran en Judá para cuidar los viñedos y los campos.
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Los babilonios hicieron pedazos las columnas de bronce que estaban al frente del templo del Señor
, las carretas de bronce para llevar agua y el enorme tazón de bronce llamado el Mar, y se llevaron todo el bronce a Babilonia.
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También se llevaron los recipientes para la ceniza, las palas, la despabiladera de las lámparas, los tazones, los platos y todos los demás objetos de bronce que se usaban para realizar los sacrificios en el templo.
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Nabuzaradán, capitán de la guardia, también se llevó los cuencos pequeños, los recipientes para quemar incienso, los tazones, los calderos, los candelabros, la vajilla y las copas utilizadas para las ofrendas líquidas, y todos los demás objetos de oro puro o de plata.
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El peso del bronce de las dos columnas, el Mar con los doce bueyes de bronce que estaban debajo y las carretas para llevar agua era tanto que no podía calcularse. Estos objetos se habían hecho para el templo del Señor
en tiempos del rey Salomón.
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Cada columna tenía unos ocho metros de altura y unos cinco metros y medio de circunferencia.
Eran huecas, con un grosor de ocho centímetros.
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El capitel de bronce en la parte superior de cada columna era de casi dos metros y medio
de altura y estaba decorado alrededor con una red de granadas hecha de bronce.
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Había noventa y seis granadas a los lados, y un total de cien en la red alrededor de la parte superior.
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Nabuzaradán, capitán de la guardia, se llevó consigo como prisioneros al sumo sacerdote Seraías, al sacerdote de segundo rango Sofonías, y a los tres porteros principales.