27
Levanten una bandera de señales a las naciones.
¡Hagan sonar el grito de guerra!
Movilicen a todas contra Babilonia.
¡Prepárenlas para luchar contra ella!
Convoquen a los ejércitos de Ararat, Mini y Asquenaz.
¡Nombren a un comandante
y traigan una multitud de caballos como una nube de langostas!
28
Levanten contra ella a los ejércitos de las naciones
dirigidos por los reyes de Media
y por todos sus capitanes y oficiales.
29
La tierra tiembla y se retuerce de dolor,
porque todos los planes del Señor
contra Babilonia no han cambiado.
Babilonia quedará desolada, sin un solo habitante.
30
Sus guerreros más poderosos ya no luchan más.
Permanecen en sus cuarteles, sin valentía;
se volvieron como mujeres.
Los invasores quemaron las casas
y derribaron las puertas de la ciudad.
31
Las noticias se transmiten de un mensajero al otro,
al paso que los mensajeros se apuran a avisarle al rey
que la ciudad ha sido tomada.
32
Se han cortado todas las rutas de fuga.
Los pantanos están en llamas
y el ejército se llenó de pánico.
33
Esto dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales,
Dios de Israel:
«Babilonia es como el trigo en el campo de trillar
a punto de ser pisoteado.
Dentro de poco,
comenzará la cosecha».
34
«Nabucodonosor,
rey de Babilonia, nos devoró, nos aplastó
y nos dejó sin fuerzas.
Nos tragó como un gran monstruo
y llenó su barriga con nuestras riquezas.
Nos echó de nuestro propio país.
35
Hagan que Babilonia sufra como nos hizo sufrir a nosotros
—dice la gente de Sión—.
Hagan que el pueblo de Babilonia pague por derramar nuestra sangre»,
dice Jerusalén.
36
Venganza del Señor
sobre Babilonia
Esto dice el Señor
a Jerusalén:
«Yo seré tu abogado para defender tu causa
y te vengaré.
Secaré su río,
tal como sus fuentes de agua,
37
y Babilonia se convertirá en un montón de ruinas,
frecuentada por chacales.
Será objeto de horror y menosprecio,
un lugar donde no vive nadie.