4
Ensillen los caballos,
y monten los sementales.
Tomen sus posiciones
y pónganse los cascos.
Afilen las lanzas
y preparen sus armaduras.
5
Pero ¿qué es lo que veo?
El ejército egipcio huye aterrorizado.
Sus hombres de guerra más valientes corren
sin mirar atrás.
A cada paso se llenan de terror
—dice el Señor
—.
6
El corredor más veloz no puede huir;
los guerreros más poderosos no pueden escapar.
En el norte, junto al río Éufrates
tropiezan y caen.
7
»¿Quién es este que se levanta como el Nilo en tiempos de crecida
e inunda toda la tierra?
8
Es el ejército egipcio
que inunda toda la tierra,
y se jacta de que cubrirá toda la tierra como un diluvio,
destruyendo ciudades y sus habitantes.
9
¡A la carga, caballos y carros de guerra;
ataquen, poderosos guerreros de Egipto!
¡Vengan, todos ustedes aliados de Etiopía, Libia y Lidia
que son hábiles con el escudo y el arco!
10
Pues este es el día del Señor, el Señor
de los Ejércitos Celestiales,
día para vengarse de sus enemigos.
La espada devorará hasta quedar satisfecha,
¡sí, hasta que se emborrache de la sangre de ustedes!
El Señor, el Señor
de los Ejércitos Celestiales, recibirá hoy un sacrificio
en la tierra del norte, junto al río Éufrates.
11
Sube a Galaad en busca de medicina,
¡oh virgen hija de Egipto!
Pero tus muchos tratamientos
no te devolverán la salud.
12
Las naciones han oído de tu vergüenza.
La tierra está llena de tus gritos de desesperación.
Tus guerreros más poderosos chocarán unos contra otros
y caerán juntos».
13
Entonces el profeta Jeremías recibió del Señor
el siguiente mensaje acerca de los planes de Nabucodonosor para atacar Egipto.
14
«¡Grítenlo en Egipto!
¡Publíquenlo en las ciudades de Migdol, Menfis
y Tafnes!
Movilícense para la batalla,
porque la espada devorará a todos los que están a su alrededor.