2
Azarías, hijo de Osaías, y Johanán, hijo de Carea, y los demás hombres arrogantes le dijeron a Jeremías: «¡Mentira! ¡El Señor
nuestro Dios no nos ha prohibido ir a Egipto!
3
Baruc, hijo de Nerías, te ha convencido para que digas esto, porque él quiere que nos quedemos aquí para que los babilonios
nos maten o nos lleven al destierro».
4
Entonces Johanán, los demás líderes guerrilleros y todo el pueblo se negaron a obedecer la orden del Señor
de permanecer en Judá.
5
Johanán y los otros líderes se llevaron con ellos a toda la gente que había regresado de los países vecinos adonde habían huido.
6
En la multitud había hombres, mujeres y niños, las hijas del rey y todos los que Nabuzaradán, capitán de la guardia, había dejado con Gedalías. El profeta Jeremías y Baruc también fueron incluidos.
7
El pueblo rehusó obedecer la voz del Señor
y se fue a Egipto hasta la ciudad de Tafnes.
8
En Tafnes, el Señor
le dio otro mensaje a Jeremías. Le dijo:
9
«A la vista de toda la gente de Judá, toma unas piedras grandes y entiérralas debajo de las piedras del pavimento a la entrada del palacio del faraón aquí en Tafnes.
10
Luego dile al pueblo de Judá: “Esto dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ‘Les aseguro que traeré a mi siervo Nabucodonosor,
rey de Babilonia, aquí a Egipto. Estableceré su trono sobre estas piedras que he escondido. Sobre ellas extenderá su dosel real
11
y cuando venga, destruirá la tierra de Egipto. Traerá muerte a los destinados a la muerte, cautiverio a los destinados al cautiverio y guerra a los destinados a la guerra.
12
Prenderá fuego a los templos de los dioses egipcios; quemará los templos y se llevará los ídolos como botín. Limpiará la tierra de Egipto como un pastor que limpia su manto de pulgas, pero él saldrá ileso.