2
Sin embargo, ni Sedequías ni sus ayudantes ni la gente que quedó en la tierra de Judá hicieron caso a lo que el Señor
decía a través de Jeremías.
3
No obstante, el rey Sedequías envió a Jucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maaseías, a pedirle a Jeremías: «Por favor, ora por nosotros al Señor
, nuestro Dios».
4
Todavía no habían encarcelado a Jeremías, por lo tanto, se movía con total libertad entre la gente.
5
En ese tiempo, el ejército del faraón Hofra
de Egipto apareció en la frontera sur de Judá. Cuando el ejército babilónico
se enteró de esto, levantó el sitio de Jerusalén.
6
Entonces el Señor
le dio el siguiente mensaje a Jeremías:
7
«Esto dice el Señor
, Dios de Israel: el rey de Judá te envió a consultarme acerca de lo que va a suceder. Dile a él: “El ejército del faraón está a punto de regresar a Egipto aunque vino aquí para ayudarte.
8
Luego los babilonios
regresarán y conquistarán esta ciudad y la quemarán hasta reducirla a cenizas”.
9
»Esto dice el Señor
: “No se engañen a sí mismos creyendo que los babilonios se marcharon para siempre. ¡No es así!
10
Y aunque pudieran destruir a todo el ejército babilónico y dejaran a solo un puñado de sobrevivientes heridos, ¡aun así estos saldrían tambaleando de sus carpas e incendiarían esta ciudad hasta reducirla a cenizas!”».
11
Jeremías encarcelado
Cuando el ejército babilónico se fue de Jerusalén debido a que se acercaba el ejército del faraón,
12
Jeremías comenzó a salir de la ciudad camino al territorio de Benjamín para tomar posesión de su terreno allí, entre sus parientes.