2
«Baja al taller del alfarero y allí te hablaré».
3
Así que hice lo que me dijo y encontré al alfarero trabajando en el torno;
4
pero la vasija que estaba formando no resultó como él esperaba, así que la aplastó y comenzó de nuevo.
5
Después el Señor
me dio este mensaje:
6
«¡Oh, Israel! ¿No puedo hacer contigo lo mismo que hizo el alfarero con el barro? De la misma manera que el barro está en manos del alfarero, así estás en mis manos.
7
Si anuncio que voy a desarraigar, a derribar y a destruir a cierta nación o a cierto reino,
8
pero luego esa nación renuncia a sus malos caminos, no la destruiré como lo había planeado.
9
Y si anuncio que plantaré y edificaré a cierta nación o a cierto reino,
10
pero después esa nación hace lo malo y se niega a obedecerme, no la bendeciré como dije que lo haría.
11
»Por lo tanto, Jeremías, advierte a todo Judá y a Jerusalén y diles: “Esto dice el Señor
: ‘En vez de algo bueno, les tengo preparado un desastre. Así que cada uno de ustedes abandone sus malos caminos y haga lo correcto’”».
12
Sin embargo, el pueblo respondió: «No gastes saliva. Continuaremos viviendo como se nos antoja y con terquedad seguiremos nuestros propios malos deseos».