3
Harás que crezca la nación de Israel,
y sus habitantes se alegrarán.
Se alegrarán ante ti
como la gente se goza en la cosecha,
y como los guerreros cuando se dividen el botín.
4
Pues tú quebrantarás el yugo de su esclavitud
y levantarás la pesada carga de sus hombros.
Romperás la vara del opresor,
tal como lo hiciste cuando destruiste al ejército de Madián.
5
Las botas de los guerreros
y los uniformes manchados de sangre por la guerra
serán quemados;
serán combustible para el fuego.
6
Pues nos ha nacido un niño,
un hijo se nos ha dado;
el gobierno descansará sobre sus hombros,
y será llamado:
Consejero Maravilloso,
Dios Poderoso,
Padre Eterno, Príncipe de Paz.
7
Su gobierno y la paz
nunca tendrán fin.
Reinará con imparcialidad y justicia desde el trono de su antepasado David
por toda la eternidad.
¡El ferviente compromiso del Señor
de los Ejércitos Celestiales
hará que esto suceda!
8
Enojo del Señor
contra Israel
El Señor se ha pronunciado contra Jacob;
su juicio ha caído sobre Israel.
9
Y los habitantes de Israel
y de Samaria,
quienes hablaron con tanta soberbia y arrogancia,
pronto se enterarán.
10
Decían: «Reemplazaremos los ladrillos rotos de nuestras ruinas con piedra labrada
y volveremos a plantar cedros donde cayeron las higueras sicómoros».
11
Pero el Señor
traerá a los enemigos de Rezín contra Israel
e incitará a todos sus adversarios.
12
Los arameos desde el oriente y los filisteos desde el occidente
sacarán sus colmillos y devorarán a Israel.
Pero aun así no quedará satisfecho el enojo del Señor
;
su puño sigue preparado para dar el golpe.
13
Pues después de tanto castigo, el pueblo seguirá sin arrepentirse;
no buscará al Señor
de los Ejércitos Celestiales.