11
Beban abundantemente de su gloria,
como bebe un pequeño hasta saciarse de los pechos consoladores de su madre».
12
Esto dice el Señor
:
«Yo le daré a Jerusalén un río de paz y de prosperidad.
Las riquezas de las naciones fluirán hacia ella.
Sus hijos se alimentarán de sus pechos,
serán llevados en sus brazos y sostenidos en sus piernas.
13
Los consolaré allí, en Jerusalén,
como una madre consuela a su hijo».
14
Cuando vean estas cosas, su corazón se alegrará.
Florecerán como la hierba.
Todos verán la mano de bendición del Señor
sobre sus siervos,
y su ira contra sus enemigos.
15
Miren, el Señor
viene con fuego,
y sus veloces carros de guerra retumban como un torbellino.
Él traerá castigo con la furia de su ira
y con el ardiente fuego de su dura reprensión.
16
El Señor
castigará al mundo con fuego
y con su espada.
Juzgará a la tierra
y muchos morirán a manos de él.
17
«Los que se “consagran” y se “purifican” en un huerto sagrado con su ídolo en el centro, celebrando con carne de cerdo, de rata y con otras carnes detestables, tendrán un final terrible», dice el Señor
.
18
«Yo puedo ver lo que están haciendo y sé lo que están pensando. Por eso reuniré a todas las naciones y a todos los pueblos, y ellos verán mi gloria.
19
Realizaré una señal entre ellos y enviaré a los sobrevivientes a que lleven mi mensaje a las naciones: a Tarsis, a los libios
y a los lidios
(que son famosos arqueros), a Tubal y a Grecia
y a todas las tierras más allá del mar que no han oído de mi fama ni han visto mi gloria. Allí declararán mi gloria ante las naciones.
20
Ellos traerán de regreso al remanente de sus hermanos de entre las naciones y los llevarán a mi monte santo en Jerusalén, como ofrenda al Señor
. Irán a caballo, en carros de guerra, en carretas, en mulas y en camellos —dice el Señor
—;
21
y nombraré a algunos de ellos para que sean mis sacerdotes y levitas. ¡Yo, el Señor
, he hablado!
22
»Tan cierto como que mis cielos nuevos y mi tierra nueva permanecerán,
así también ustedes serán mi pueblo para siempre,
con un nombre que nunca desaparecerá
—dice el Señor
—.
23
Toda la humanidad vendrá a adorarme
semana tras semana
y mes tras mes.
24
Y cuando salgan, verán
los cadáveres de los que se han rebelado contra mí.
Los gusanos que los devoran nunca morirán,
y el fuego que los quema nunca se apagará.
Todos los que pasen por allí
se llenarán de horror absoluto».