2
¿Por qué no había nadie cuando vine?
¿Por qué nadie respondió cuando llamé?
¿Se debe a que no tengo poder para rescatar?
¡No, no es esa la razón!
¡Pues yo puedo hablarle al mar y hacer que se seque!
Puedo convertir los ríos en desiertos llenos de peces muertos.
3
Yo soy quien viste de tinieblas los cielos,
y los cubro con ropajes de luto».
4
El Siervo obediente del Señor
El Señor
Soberano me ha dado sus palabras de sabiduría,
para que yo sepa consolar a los fatigados.
Mañana tras mañana me despierta
y me abre el entendimiento a su voluntad.
5
El Señor
Soberano me habló,
y yo lo escuché;
no me he rebelado, ni me he alejado.
6
Les ofrecí la espalda a quienes me golpeaban
y las mejillas a quienes me tiraban de la barba;
no escondí el rostro
de las burlas y los escupitajos.
7
Debido a que el Señor
Soberano me ayuda,
no seré avergonzado.
Por lo tanto, he puesto el rostro como una piedra,
decidido a hacer su voluntad.
Y sé que no pasaré vergüenza.
8
El que me hace justicia está cerca.
Ahora, ¿quién se atreverá a presentar cargos en mi contra?
¿Dónde están mis acusadores?
¡Que se presenten!
9
Miren, el Señor
Soberano está de mi lado.
¿Quién me declarará culpable?
Todos mis enemigos serán destruidos
como ropa vieja que ha sido comida por la polilla.
10
Entre ustedes, ¿quién teme al Señor
y obedece a su siervo?
Si caminan en tinieblas,
sin un solo rayo de luz,
confíen en el Señor
y dependan de su Dios.
11
Pero tengan cuidado, ustedes que viven en su propia luz,
y que se calientan en su propia fogata.
Esta es la recompensa que recibirán de mí:
pronto caerán en gran tormento.