14
Sin embargo, Jerusalén
dice: «El Señor
me ha abandonado;
el Señor me ha olvidado».
15
«¡Jamás! ¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho?
¿Puede no sentir amor por el niño al que dio a luz?
Pero aun si eso fuera posible,
yo no los olvidaría a ustedes.
16
Mira, he escrito tu nombre en las palmas de mis manos.
En mi mente siempre está la imagen de las murallas de Jerusalén convertidas en ruinas.
17
Dentro de poco tus descendientes regresarán,
y los que procuran destruirte se irán.
18
Mira a tu alrededor y observa,
porque todos tus hijos volverán a ti.
Tan cierto como que yo vivo —dice el Señor
—,
ellos serán como joyas o adornos de novia para que tú los exhibas.
19
»Hasta los lugares más desolados de tu tierra abandonada
pronto estarán repletos de tu gente.
Tus enemigos que te esclavizaron
estarán muy lejos.
20
Las generaciones nacidas en el destierro regresarán y dirán:
“¡Necesitamos más espacio! ¡Este lugar está lleno de gente!”.
21
Entonces te preguntarás:
“¿Quién me ha dado todos estos descendientes?
Pues la mayoría de mis hijos fueron muertos,
y los demás, llevados al destierro.
Aquí me quedé solo.
¿De dónde viene toda esta gente?
¿Quién dio a luz a estos niños?
¿Quién los crió por mí?”».
22
Esto dice el Señor
Soberano:
«Mira, les daré una señal a las naciones que no temen a Dios.
Te traerán a tus hijos pequeños en sus brazos;
traerán a tus hijas sobre los hombros.
23
Reyes y reinas te servirán
y atenderán a todas tus necesidades.
Se inclinarán hasta el suelo ante ti
y lamerán el polvo de tus pies.
Entonces sabrás que yo soy el Señor
.
Los que confían en mí nunca serán avergonzados».
24
¿Quién puede arrebatar el botín de las manos de un guerrero?
¿Quién puede exigirle a un tirano
que deje en libertad a sus cautivos?