3
Todos tus líderes huyeron;
se rindieron sin ofrecer ninguna resistencia.
Los habitantes trataron de escabullirse,
pero también fueron capturados.
4
Por eso dije: «Déjenme a solas para llorar;
no intenten consolarme.
Déjenme llorar por mi pueblo
mientras presencio su destrucción».
5
¡Oh qué día de derrota tan aplastante!
¡Qué día de confusión y de terror
enviado por el Señor, el Señor
de los Ejércitos Celestiales,
sobre el valle de la Visión!
Las murallas de Jerusalén han sido derribadas
y gritos de muerte resuenan desde las laderas de los montes.
6
Los elamitas son los arqueros.
Están en sus carros de guerra con los conductores.
Los hombres de Kir sostienen los escudos.
7
Los carros de guerra llenan tus hermosos valles
y los conductores de los carros irrumpen por tus puertas.
8
Judá ha sido despojado de sus defensas.
Ustedes corren al arsenal
a buscar sus armas.
9
Inspeccionan las brechas en las murallas de Jerusalén.
Almacenan agua en la cisterna de abajo.
10
Recorren las casas y derriban algunas
para tomar las piedras y reforzar las murallas.
11
Entre las murallas de la ciudad construyen un estanque
para el agua de la cisterna vieja.
Sin embargo, nunca piden ayuda a Aquel que hizo todo esto.
Nunca tuvieron en cuenta a Aquel que lo planificó hace mucho tiempo.
12
En ese día, el Señor, el Señor
de los Ejércitos Celestiales,
los llamó a llorar y a lamentarse.
Les dijo que se raparan la cabeza en señal de dolor por sus pecados
y que usaran ropa de tela áspera para expresar su remordimiento.
13
En cambio, ustedes bailan y juegan;
matan reses y ovejas;
comen carne y beben vino.
Y dicen: «¡Comamos y bebamos,
que mañana moriremos!».