5
—¿Quién eres, señor? —preguntó Saulo.
—contestó la voz—.
6
Ahora levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.
7
Los hombres que estaban con Saulo se quedaron mudos, porque oían el sonido de una voz, ¡pero no veían a nadie!
8
Saulo se levantó del suelo, pero cuando abrió los ojos, estaba ciego. Entonces sus acompañantes lo llevaron de la mano hasta Damasco.
9
Permaneció allí, ciego, durante tres días sin comer ni beber.
10
Ahora bien, había un creyente
en Damasco llamado Ananías. El Señor le habló en una visión, lo llamó:
—¡Sí, Señor! —respondió.
11
El Señor le dijo:
12
Le he mostrado en visión a un hombre llamado Ananías que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista.
13
—¡Pero Señor! —exclamó Ananías—, ¡he oído a mucha gente hablar de las cosas terribles que ese hombre les ha hecho a los creyentes
de Jerusalén!
14
Además, tiene la autorización de los sacerdotes principales para arrestar a todos los que invocan tu nombre.
15
El Señor le dijo: