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Una vez que hicieron entrar a Pablo, Tértulo presentó los cargos en su contra ante el gobernador con el siguiente discurso:
«Usted ha dado un largo período de paz a nosotros, los judíos y, con previsión, nos ha promulgado reformas.
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Por todo esto, su excelencia, le estamos muy agradecidos;
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pero no quiero aburrirlo, así que le ruego que me preste atención sólo por un momento.
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Hemos descubierto que este hombre es un alborotador que constantemente provoca disturbios entre los judíos por todo el mundo. Es un cabecilla de la secta conocida como “los nazarenos”.
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Además, trataba de profanar el templo cuando lo arrestamos.
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Puede averiguar la veracidad de nuestras acusaciones si lo interroga usted mismo».
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Así que los demás judíos intervinieron, declarando que todo lo que Tértulo había dicho era cierto.
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Entonces el gobernador le hizo una seña a Pablo para que hablara. Y Pablo dijo: «Yo sé, señor, que usted ha sido juez de asuntos judíos durante muchos años, por lo tanto, presento con gusto mi defensa ante usted.
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Con facilidad puede averiguar que llegué a Jerusalén hace no más de doce días para adorar en el templo.
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Los que me acusan nunca me encontraron discutiendo con nadie en el templo ni provocando disturbios en ninguna sinagoga o en las calles de la ciudad.