9
Él no hizo ninguna distinción entre nosotros y ellos, pues les limpió el corazón por medio de la fe.
10
Entonces, ¿por qué ahora desafían a Dios al poner cargas sobre los creyentes
gentiles con un yugo que ni nosotros ni nuestros antepasados pudimos llevar?
11
Nosotros creemos que todos somos salvos de la misma manera, por la gracia no merecida que proviene del Señor Jesús».
12
Todos escucharon en silencio mientras Bernabé y Pablo les contaron de las señales milagrosas y maravillas que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles.
13
Cuando terminaron, Santiago se puso de pie y dijo: «Hermanos, escúchenme.
14
Pedro
les ha contado de cuando Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de entre ellos un pueblo para sí mismo.
15
Y la conversión de los gentiles es precisamente lo que los profetas predijeron. Como está escrito:
16
“Después yo volveré
y restauraré la casa
caída de David.
Reconstruiré sus ruinas
y la restauraré,
17
para que el resto de la humanidad busque al Señor
,
incluidos todos los gentiles,
todos los que he llamado para que sean míos.
El Señor
ha hablado,
18
Aquel que hizo que estas cosas se dieran a conocer desde hace mucho”
.
19
»Y mi opinión entonces es que no debemos ponerles obstáculos a los gentiles que se convierten a Dios.
20
Al contrario, deberíamos escribirles y decirles que se abstengan de comer alimentos ofrecidos a ídolos, de inmoralidad sexual, de comer carne de animales estrangulados y de consumir sangre.
21
Pues esas leyes de Moisés se han predicado todos los días de descanso en las sinagogas judías de cada ciudad durante muchas generaciones».
22
Carta para los creyentes gentiles
Entonces los apóstoles y los ancianos, junto con toda la iglesia de Jerusalén, escogieron delegados y los enviaron a Antioquía de Siria con Pablo y Bernabé para que informaran acerca de esta decisión. Los delegados escogidos eran dos de los líderes de la iglesia:
Judas (también llamado Barsabás) y Silas.
23
La carta que llevaron decía lo siguiente:
«Nosotros, los apóstoles y los ancianos, sus hermanos de Jerusalén, escribimos esta carta a los creyentes gentiles de Antioquía, Siria y Cilicia. ¡Saludos!
24
»Tenemos entendido que unos hombres de aquí los han perturbado e inquietado con su enseñanza, ¡pero nosotros no los enviamos!
25
Así que decidimos, después de llegar a un acuerdo unánime, enviarles representantes oficiales junto con nuestros amados Bernabé y Pablo,
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quienes han arriesgado la vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
27
Les enviamos a Judas y a Silas para confirmar lo que hemos decidido con relación a la pregunta de ustedes.
28
»Pues nos pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponer sobre ustedes una carga mayor que estos pocos requisitos:
29
deben abstenerse de comer alimentos ofrecidos a ídolos, de consumir sangre o la carne de animales estrangulados y de la inmoralidad sexual. Si hacen esto, harán bien. Adiós».
30
Los mensajeros salieron de inmediato para Antioquía, donde convocaron a una reunión general de los creyentes y entregaron la carta.
31
Y hubo mucha alegría en toda la iglesia ese día cuando leyeron este mensaje alentador.
32
Entonces Judas y Silas, ambos profetas, hablaron largo y tendido con los creyentes para animarlos y fortalecerlos en su fe.
33
Se quedaron allí un tiempo, y luego los creyentes los enviaron de regreso a la iglesia de Jerusalén con una bendición de paz.
34
35
Pablo y Bernabé se quedaron en Antioquía. Ellos y muchos otros enseñaban y predicaban la palabra del Señor en esa ciudad.
36
Pablo y Bernabé se separan
Después de un tiempo Pablo le dijo a Bernabé: «Volvamos a visitar cada una de las ciudades donde ya antes predicamos la palabra del Señor para ver cómo andan los nuevos creyentes».
37
Bernabé estuvo de acuerdo y quería llevar con ellos a Juan Marcos;
38
pero Pablo se opuso terminantemente ya que Juan Marcos los había abandonado en Panfilia y no había continuado con ellos en el trabajo.
39
Su desacuerdo fue tan intenso que se separaron. Bernabé tomó a Juan Marcos consigo y navegó hacia Chipre.