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preguntaron si se hospedaba allí un hombre llamado Simón Pedro.
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Entre tanto, mientras Pedro trataba de descifrar la visión, el Espíritu Santo le dijo: «Tres hombres han venido a buscarte.
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Levántate, baja y vete con ellos sin titubear. No te preocupes, porque yo los he enviado».
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Entonces Pedro bajó y dijo:
—Yo soy el hombre que ustedes buscan. ¿Por qué han venido?
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Ellos dijeron:
—Nos envió Cornelio, un oficial romano. Es un hombre devoto y temeroso de Dios, muy respetado por todos los judíos. Un ángel santo le dio instrucciones para que vayas a su casa a fin de que él pueda escuchar tu mensaje.
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Entonces Pedro invitó a los hombres a quedarse para pasar la noche. Al siguiente día, fue con ellos, acompañado por algunos hermanos de Jope.
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Llegaron a Cesarea al día siguiente. Cornelio los estaba esperando y había reunido a sus parientes y amigos cercanos.
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Cuando Pedro entró en la casa, Cornelio cayó a sus pies y lo adoró;
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pero Pedro lo levantó y le dijo: «¡Ponte de pie, yo soy un ser humano como tú!».
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Entonces conversaron y entraron en donde muchos otros estaban reunidos.
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Pedro les dijo:
—Ustedes saben que va en contra de nuestras leyes que un hombre judío se relacione con gentiles
o que entre en su casa; pero Dios me ha mostrado que ya no debo pensar que alguien es impuro o inmundo.