2
Pues el mensaje que Dios transmitió mediante los ángeles se ha mantenido siempre firme, y toda infracción de la ley y todo acto de desobediencia recibió el castigo que merecía.
3
Entonces, ¿qué nos hace pensar que podemos escapar si descuidamos esta salvación tan grande, que primeramente fue anunciada por el mismo Señor Jesús y luego nos fue transmitida por quienes lo oyeron hablar?
4
Además, Dios confirmó el mensaje mediante señales, maravillas, diversos milagros y dones del Espíritu Santo según su voluntad.
5
Jesús, el hombre
Es más, no son los ángeles quienes gobernarán el mundo futuro del cual hablamos,
6
porque en cierto lugar las Escrituras dicen:
«¿Qué son los simples mortales para que pienses en ellos,
o el hijo del hombre
para que te preocupes por él?
7
Sin embargo, lo hiciste un poco menor que los ángeles
y lo coronaste de gloria y honor.
8
Le diste autoridad sobre todas las cosas»
.
Ahora bien, cuando dice «todas las cosas», significa que nada queda afuera; pero todavía no vemos que todas las cosas sean puestas bajo su autoridad.
9
No obstante, lo que sí vemos es a Jesús, a quien se le dio una posición «un poco menor que los ángeles»; y debido a que sufrió la muerte por nosotros, ahora está «coronado de gloria y honor». Efectivamente, por la gracia de Dios, Jesús conoció la muerte por todos.
10
Dios —para quien y por medio de quien todo fue hecho— eligió llevar a muchos hijos a la gloria. Convenía a Dios que, mediante el sufrimiento, hiciera a Jesús un líder perfecto, apto para llevarlos a la salvación.
11
Por lo tanto, Jesús y los que él hace santos tienen el mismo Padre. Por esa razón, Jesús no se avergüenza de llamarlos sus hermanos,
12
pues le dijo a Dios:
«Anunciaré tu nombre a mis hermanos.
Entre tu pueblo reunido te alabaré»
.