2
«Di lo siguiente a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Jesúa,
hijo de Josadac, el sumo sacerdote, y al remanente del pueblo de Dios allí en la tierra:
3
“¿Alguno de ustedes recuerda esta casa —este templo— con su antiguo esplendor? ¿Cómo se compara este con el otro? ¡No se parecen en nada!
4
Sin embargo, ahora el Señor
dice: Zorobabel, sé fuerte. Jesúa, hijo de Josadac, sumo sacerdote, sé fuerte. Ustedes que aún quedan en la tierra, sean fuertes. Así que ahora, ¡manos a la obra!, porque yo estoy con ustedes, dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales.
5
Mi Espíritu permanece entre ustedes, así como lo prometí cuando salieron de Egipto. Por lo tanto, no teman”.
6
»El Señor
de los Ejércitos Celestiales dice: “Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más.
7
Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todos las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria —dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales—.
8
La plata es mía y el oro es mío —dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales—.
9
La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria —dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales— y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el Señor
de los Ejércitos Celestiales, he hablado!”».
10
Promesas de bendición por la obediencia
El 18 de diciembre
del segundo año del reinado del rey Darío, el Señor
envió el siguiente mensaje al profeta Hageo:
11
«El Señor
de los Ejércitos Celestiales dice: pregunta a los sacerdotes acerca de la ley:
12
“Si alguno de ustedes trae entre sus vestiduras sacerdotales carne de un sacrificio consagrado y sucede que las vestiduras rozan con algún pan o guiso, vino o aceite de oliva o alguna otra clase de alimento, ¿quedará el alimento también consagrado?”».
Entonces los sacerdotes contestaron:
—No.