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»Mi señor, anteriormente nos preguntó a nosotros, sus siervos: “¿Tienen un padre o un hermano?”.
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Y nosotros respondimos: “Sí, mi señor, tenemos un padre que ya es anciano, y su hijo menor le nació en la vejez. Su hermano de padre y madre murió y él es el único hijo que queda de su madre, y su padre lo ama mucho”.
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»Usted nos dijo: “Tráiganlo aquí para que lo vea con mis propios ojos”.
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Pero nosotros le dijimos a usted: “Mi señor, el muchacho no puede dejar a su padre, porque su padre moriría”.
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Pero usted nos dijo: “A menos que su hermano menor venga con ustedes, nunca más volverán a ver mi rostro”.
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»Entonces regresamos a la casa de su siervo, nuestro padre, y le dijimos lo que usted nos había dicho.
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Tiempo después, cuando él nos dijo que regresáramos a comprar más alimento,
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le respondimos: “No podemos ir a menos que permitas que nuestro hermano menor nos acompañe. Nunca llegaremos a ver el rostro del hombre a menos que nuestro hermano menor esté con nosotros”.
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»Entonces mi padre nos dijo: “Como ya saben, mi esposa tuvo dos hijos,
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y uno de ellos se fue y nunca más regresó. Sin duda, fue despedazado por algún animal salvaje, y no he vuelto a verlo.
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Si ahora alejan de mí a su hermano y él sufre algún daño, ustedes mandarán a la tumba
a este hombre entristecido y canoso”.