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Cuando José llegó a Siquem, un hombre de esa zona lo encontró dando vueltas por el campo.
—¿Qué buscas? —le preguntó.
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—Busco a mis hermanos —contestó José—. ¿Sabe usted dónde están apacentando sus rebaños?
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—Sí —le dijo el hombre—. Se han ido de aquí, pero les oí decir: “Vayamos a Dotán”.
Entonces José siguió a sus hermanos hasta Dotán y allí los encontró.
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José es vendido como esclavo
Cuando los hermanos de José lo vieron acercarse, lo reconocieron desde lejos. Mientras llegaba, tramaron un plan para matarlo.
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—¡Aquí viene el soñador! —dijeron—.
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Vamos, matémoslo y tirémoslo en una de esas cisternas. Podemos decirle a nuestro padre: “Un animal salvaje se lo comió”. ¡Entonces veremos en qué quedan sus sueños!
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Pero cuando Rubén oyó el plan, trató de salvar a José.
—No lo matemos —dijo—.
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¿Para qué derramar sangre? Solo tirémoslo en esta cisterna vacía, aquí en el desierto. Entonces morirá sin que le pongamos una mano encima.
Rubén tenía pensado rescatar a José y devolverlo a su padre.
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Entonces, cuando llegó José, sus hermanos le quitaron la hermosa túnica que llevaba puesta.
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Después lo agarraron y lo tiraron en la cisterna. Resulta que la cisterna estaba vacía; no tenía nada de agua adentro.
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Luego, justo cuando se sentaron a comer, levantaron la vista y vieron a la distancia una caravana de camellos que venía acercándose. Era un grupo de mercaderes ismaelitas que transportaban goma de resina, bálsamo y resinas aromáticas desde Galaad hasta Egipto.